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La manipulación del compromiso


En algunos sistemas de gestión por competencias, se incluye como una de ellas, el “compromiso”, la “adhesión a la empresa”, la “dedicación”

Siempre está inconclusa la definición de lo que es una competencia y quizá por eso no terminen de cuajar estos sistemas en la implantación, a pesar de los diseños tan aplicados y profesionales que realizan los consultores. Parece ser que las opiniones se van concentrando en darle ese nombre a un conjunto de comportamientos observados que definen el desempeño (el buen desempeño o desempeño con éxito) de una función, para lo cual es necesario conjugar conocimientos, habilidades y experiencia.

Llegados a esta entente cordial, el famoso “compromiso” se me queda fuera de la definición, porque me parece a mí que es un “estado de ánimo”, una “actitud” positiva que se refleja en alinear los intereses propios (los profesionales) con los de la empresa para dar más de lo que se recibe en función de una recompensa esperada a largo plazo..

Qué poco me gusta esa expresión de que “hay que ponerse la camiseta de la empresa”… Nunca he sabido muy bien qué significa, porque cada persona la interpreta de diferente forma. Eso sí, quien “lleva la camiseta de la empresa” debe tener dedicación total, o sea, que en el pijama o en el camisón, braga o calzoncillo, es muy conveniente que aparezca el anagrama de la empresa (o el de nuestra adorada jefa). Ya no te quiero contar si la corbata o el sujetador son de los mismos colores.

Hay organizaciones, más allá de las deportivas, que pretenden, y a veces lo consiguen (qué horror) generar un ambiente superenrollado, especialmente entre sus comerciales, con el fin de que la motivación se prolongue con el compromiso a unas cotas tan altas como las de un hincha fanático de Boca Juniors (siempre paradigma de la fidelidad extrema a unos colores, con perdón del Atlético de Madrid). En fútbol está bien, incluso justo y necesario para obtener algunas identidades que canalicen los instintos belicosos. Pero en la empresa…

Determinados estilos de gestión quieren elevar el ánimo de los trabajadores mediante tácticas de sugestión que rayan en la tecnología de secta. Las técnicas son aplicadas por directivos ladinos, maestros en el arte de la seducción y de la promesa (Milan Kundera dice que la coquetería es una promesa de coito sin garantía, por lo tanto podemos decir y decimos que son directivas y directivos coquetos). Crean escenarios volátiles, donde el espacio no se mide en centímetros, sino en cantidad de psicofonías que deambulan por el éter predicando mensajes, colectivos o individuales, como (frases literales, que no literarias):

“Sois el activo más importante de la empresa”

“Esta empresa cree en las personas”

“Tu potencial te va a llevar a ocupar un alto cargo directivo en un pispás

“Voy a proponerte para cubrir la próxima vacante directiva y eres la persona mejor colocada”

“La empresa ha invertido en ti mucho dinero para rentabilizarlo con el aporte que ofrezcas y que será debidamente recompensado… por supuesto”.

Y se suele acompañar de una música dirigida a la producción de adrenalina, tipo Queen en “We are the champions”, mientras guapísimos camareros y atractivas camareras aparecen por las esquinas de la sala con bandejas repletas de ibéricos o longaniza de Graus. A los quince minutos siempre se sirven los calientes (los platos, digo) mientras algún Director y/o Presidente arenga (al mejor modo gurú) a los activos importantes (nuestras personas, trabajadoras y trabajadores) para avanzar en esta línea que nos convierte en líderes de nuestro.

A los veinte días, por otra vía de comunicación, generalmente dirigida hacia el aparato digestivo, se informa de la presentación de un ERE que reducirá la plantilla a la mitad para poder mantener los niveles de rentabilidad comprometidos con los accionistas (frase literal que se pronuncia sólo en el Consejo de Administración y se tarda en comunicar veintiún días).

Los otros méritos (y IV): el favoritismo


Como su nombre indica, favoritismo viene de favor. Hacer favores está bien, pero la honestidad (¿lo cualo?) dice que no se debe esperar nada a cambio, y que, haciéndolos, no se debe dar preferencia ilícita a quien los recibe… En caso de no actuar con honestidad en la aplicación y recepción de favores, se cae en el favoritismo.

Con este submérito, vamos a cerrar la segunda serie de artículos sobre las acciones que se entienden como merecimientos para otorgar premio o recompensa.

En el favoritismo, debemos distinguir entre el favor exigido o el favor donado.

Este último, ejercido entre iguales, se aplica sibilinamente, como quien no hace la cosa, porque está sobreentendido que en esas altas esferas todos deben ayudarse para que el rédito, condumio o beneficio permanezca lo más posible sin salir del susodicho límite esférico. A veces, algún pardillo evidencia la legitimidad de una petición alegando: “acuérdate de los favores que me debes”… y queda muy chabacano, de baja estofa o de nuevo rico, porque el otro ya sabe de sobra los favores que debe y no le gusta que se lo recuerden. En lo tocante a colocación o ascenso (porque el favoritismo es muy usado en otros menesteres), se mezcla con el nepotismo, tal como hablamos en el artículo anterior, y el peticionario solicita al favorecedor que interceda para que su protegido ocupe determinada vacante, generalmente sin los requisitos exigidos.

-¿Qué tal, Mariano? ¿Cómo te va?

-Bien, bien, Anselmo, ¿qué te cuentas?

-Pues nada, una menudencia. Que te voy a pedir que me coloques a Fulanete en esa vacante de Director de Tontadas Armoniosas… si no tienes tú otro para colocar…

-No, por esta vez no lo tengo, y es un puesto muy apetecible, es verdad.

-Mi secretaria te manda los datos del chaval, y ya verás lo majo que es. Me ha trabajado algunas cosas entre bastidores y sabe moverse bien, por lo que tú también podrás echar mano de él, seguro.

El favor exigido es más sangrante y no siempre es un submérito, porque puede convertirse en acoso laboral (algo mucho más grave). Se trata de que el superior inste al inferior a que realice tal o cual acción en su beneficio, a cambio de lo cual ofrece su intervención, ya sea el mero hecho de no perjudicarle (caso de acoso) o de beneficiarle en un futuro cercano.

Así, ejercer el favoritismo se convierte en una herramienta que limita el buen mérito para conseguir la recompensa. “Aquí ya se sabe. Para ascender, hay que hacer favores”, podría ser una de las frases de bienvenida a un nuevo empleado en el departamento donde se aplica el submérito.

También puede ocurrir que, sabiendo la persona ambiciosa ese requerimiento, inicia, dentro del jaboneo, acciones que suponen favores al bendito y alabado, con el fin subrepticio de que recaiga en ella la decisión beneficiosa. Algunos cotilleos informan de que, a pesar de la creciente regulación contra el acoso, está aumentando la oferta de favores a los jefes, incluso los no deseados, como puede ser demostraciones eróticas de tendencia sexual diferente a la observada por el jefe en cuestión. Y el peticionario sólo requiere el favor de no ponerlo en el próximo ERE. ¡Señores jefes, tengan cuidado, porque en quienes han aceptado ha habido grabaciones del acto y están colgadas en el youtube!

Seguidismo, jaboneo, nepotismo y favoritismo… cuatro comportamientos que suponen la mayoría de los méritos requeridos para conseguir la deseada promoción o desarrollo… o mantenimiento del puesto de trabajo. Y eso con mucha ventaja sobre la capacidad, el esfuerzo y los resultados.

Cruda realidad, pero ¡qué felonía!, ¡qué perfidia!, ¡qué vileza!

Que en el futuro sean menos los elegidos por subméritos. Amén.

“Justicia sí, pero por mi casa, no”


La Oficina Antifraude de la Unión Europea (OLAF) se encuentra en nuestro país investigando los casos de fraude que distintas empresas andaluzas han cometido con las ayudas europeas destinadas a fomentar el empleo en Andalucía. Su intervención, viene a apoyar la investigación que realiza desde hace un tiempo la Guardia Civil en coordinación con la Fiscalía del Tribunal Superior de Justicia de Andalucía (TSJA) y que hasta ahora implica a 800 empresas andaluzas, desde 2008.

Hasta el momento, la primera parte de la investigación realizada por la Guardia civil da cuenta de 6.000 expedientes abiertos en las ocho provincias y presume que el fraude puede ascender a más de 23 millones de euros. Asimismo describe que, el ‘modus operandi’ de una gran parte de estas empresas, consistía en la contratación de trabajadores y su posterior despido una vez que cobraban el dinero, cuando el compromiso para percibir dicha subvención consistía en mantenerlos en plantilla durante cuatro años.

Sin embargo, la mayoría de las empresas sospechosas sólo habrían cometido infracciones administrativas, ya que la cantidad defraudada no alcanzaría individualmente la cantidad necesaria para que el hecho sea considerado delito, aunque los responsables de la investigación estudian si los responsables de estas infracciones lo hicieron en más de una ocasión para tipificar así el delito como fraude continuado, y si ha existido una relación entre estos empresarios con distintos organismos de la Junta de Andalucía.

Con independencia de la visión política con la que se analice este problema, lo concreto (y lo grave), es que un organismo europeo creado para combatir el fraude, la corrupción y cualquier actividad irregular, incluidas las que comenten las instituciones europeas, interviene directamente en esta investigación, en España, echando por tierra las declaraciones de absoluta inocencia por parte de los miembros de la Junta de Andalucía, quienes hoy responsabilizan de todo este entramado directamente al Ministerio de Trabajo.

Esta nueva línea de investigación (y escándalo) se suma a la serie de casos de presunta corrupción que se cierne sobre la comunidad autonómica; añadiendo una nueva arista al complejo entramado de escándalos generados por los ERE de Mercasevilla, EGmasa, Cárnicas Molina y la financiación fraudulenta de múltiples prejubilaciones gestionadas por la Junta, y que han llevado hasta el absurdo los criterios por los que algunos personajes han podido beneficiarse del dinero público. Hechos, que además de dañar la imagen de toda una Comunidad, ponen en jaque la continuidad de las ayudas europeas cuando Andalucía registra una de las tasas de paro más altas de España.

Hasta que la investigación no finalice, la Junta no ha cometido ninguna acción delictiva, pero ya comienza a filtrarse información que deja en entredicho su inocencia, considerando que entre 2001 y 2010 al menos tres consejerías estaban al corriente de los gastos que se destinaban a financiar a empresas en crisis y ERES que no cumplían con la Ley General de Hacienda Pública de la comunidad autónoma de Andalucía, dejando en evidencia un comportamiento negligente al no realizar las comprobaciones oportunas, ni las inspecciones necesarias para atajar la impunidad con que actuaban; sin olvidar a los representantes sindicales, quienes amparados en el secretismo, han gestionado durante todos estos años y con absoluta discreción servicios de intermediación y de asistencia técnica ante la firma de cada ERE y prejubilación.

Ahora bien, ante la fuga de información, la Junta comienza a develar algunos de los nombres implicados en estas tramas, dando cuenta que entre ellos existen lazos familiares, partidistas y ‘amiguistas’ tan delirantes como los que escribió García Márquez para crear Macondo. Sin embargo, los protagonistas de esta nueva trama, entre ellos viudas, primos, cuñados, suegros y hasta consejeros, y que, supuestamente, han cobrado cientos de miles de euros, niegan tener el dinero, dejando abierta una serie de incógnitas que, de momento, no tienen explicación.

Pero, si ellos no han sido, ¿dónde está ese dinero y quiénes son los suplantadores?, ¿dónde está la Fiscalía Anticorrupción y la Inspección de Trabajo y la Agencia Tributaria para dar luz al asunto? y ¿quién se responsabilizará de que ese dinero vuelva a su sitio?, Porque, regresará, ¿verdad?, ja, ja, ja.

Porque mientras se destinan múltiples recursos económicos, técnicos y humanos para desenredar la madeja creada por cada ‘irregularidad administrativa’ y hasta que no se recupere ese dinero, son cientos de empresas y pymes andaluzas las que siguen escuchando que por falta de ‘presupuesto’ no pueden percibir las ayudas que por Ley les corresponden, cuando cumplen con los requerimientos legales y administrativos para recibirlos,… échense a dormir.

Porque aquí el problema, además de saber quién es quién en las tramas de corrupción, es que no existe la certeza de que ese dinero regresará; más, cuando las autoridades responsables de fiscalizar cada caso se muestras sobrepasadas en sus competencias por la intervención política que se cierne sobre ellos. Realidad que retrasa la revisión de cada caso y el retorno del dinero malversado; mientras, en la calle, se agudiza la fiscalización y la recaudación de dinero a costa de los ciudadanos, amén de las subidas sucesivas de impuestos, del aumento en las tarifas de la luz o el tabaco, del cierre de chiringuitos en la playa y de las multas por velocidad, por fumar o por descargar contenidos en Internet, entre otras menudencias…

Ante este escenario, sería importante que la Inspección del Trabajo y la Agencia Tributaria intensificaran su labor para frenar los abusos que se siguen cometiendo, sobre todo a alto nivel, y que actúen de forma automática ante cualquier indicio de irregularidad, con independencia de la comunidad donde se produzca, destinando el mismo empeño que hasta ahora han demostrado en su cruzada por sacar a la luz la economía sumergida sustentada por orquestas de ferias vecinales que no están dadas de alta o por hacer cumplir la Ley de desigualdad,…qué digo, la de Igualdad en empresas y pymes.

Desde la responsabilidad política, tendrán que empezar a desfilar por la puerta todos aquellos responsables de esta debacle, y ser juzgados con los mismos criterios con que se están siguiendo en otros casos abiertos de corrupción, ya que no es de sentido común que una imputación sea para algunos una garantía de ‘inocencia’ y para otros, todo lo contrario, vid la de los trajes.

Quizás el panorama comience a cambiar de cara a las elecciones autonómicas que sin duda transformarán el panorama político a nivel nacional, y generará nuevas oportunidades de cambio. Aunque, lamentablemente, nada asegura que los casos de corrupción dejen de quedar impunes como hasta hoy sucede.

La absorción de Alicia


En este post os contaré la historia de una mujer, basada en un hecho real, que ante un proceso de cambio organizativo tuvo que asumir nuevas condiciones de trabajo para mantener su puesto, pero que pese a las exigencias de este cambio fue capaz de adaptarse a un nuevo entorno laboral y a un estilo diferente de gestión.


Alicia trabaja en una empresa como administrativa comercial. Después de un par de años con rumores intermitentes y poca comunicación oficial, a mitad del año pasado el Director General les informó de que se fusionaban con la empresa “Talytal” para garantizar la solvencia y el futuro de ambas organizaciones. Las condiciones de la fusión no supondrían ninguna merma en los derechos de los trabajadores y no se aplicaría ningún expediente de regulación de empleo. La fusión sería efectiva a partir del 1º de enero de 2010 y hasta entonces se comenzarían a unificar sistemas de gestión.

Desde junio a diciembre no tuvieron más información oficial, a pesar de que, por vía Comité de Empresa o vía conductos extraoficiales, se quiso extraer algún dato que redujera la incertidumbre. Según estimó un jefe adicto al trabajo, la productividad había bajado más del 25 % debido al nerviosismo y a la contraproducente preocupación por los acontecimientos que no se habían producido. Lo del 25 % era un cálculo fiable.

Alicia es madre divorciada, con dos hijos de 8 y 10 años que están bajo su guarda y custodia, por lo tanto le viene muy bien el horario continuado de mañana. Está identificada con la empresa, todos sus familiares y amigos son sus clientes debido a su propia influencia, aunque se queja del mal jefe que le ha tocado en suerte, bastante gritón, a veces histérico y muy mal organizado. De cualquier manera, ya ha aprendido a saber escucharle exclusivamente lo referido al trabajo y se aísla de esos malos modos presuponiendo que la consideran una buena trabajadora por ciertos detalles (le llama el propio Sr. Rodrigo, el Director General para resolver algunas cuestiones técnicas).

A 31 de diciembre, sin que nadie supiera bien por qué, cinco compañeros suyos recibieron la carta de despido. Les adujeron razones organizativas; eran informáticos y sus puestos estaban duplicados con los de la empresa compradora. “¿Compradora?”. “Por supuesto. Talytal ha comprado a Seguretti, ¿no se lo habían dicho?”. “Esto era una fusión, creíamos”. “Exactamente, fusión por absorción… y nosotros absorbemos”.

El Comité pidió explicaciones y nadie les dio audiencia. Viajaron a la ciudad origen de la nueva empresa matriz y los llevaron directamente a un sótano, un jefecete de mediopelo les explicó tres cosas y los mandaron de vuelta. Suerte que les pagaron el viaje. El Sr. Rodrigo se escondía por los rincones mientras se supo que lo nombraban Director Territorial con una subida del sueldo que rondaba el 33%.

Los nuevos jefes consolidados comenzaron a llamar uno a uno a los empleados de la empresa de Alicia y, con diferentes discursos y estilos, les proponían cambios en sus condiciones de trabajo para ajustarlos a los de la empresa compradora. Alicia empezó a sufrir porque le proponían cambiar a jornada partida, lo que le rompía la organización familiar, además de cambiarle conceptos salariales fijos por otros variables, ya que iban a pasarle a ser comercial telefónica, y tendría objetivos en función de la retención de clientes. Siguiendo las instrucciones del Comité de Empresa se negó a cualquier cambio y a sufrir de un estrés a cada día más inaguantable. Llegó a tener mareos y ahogos. La mitad de los integrantes del Comité de empresa, individualmente, aceptó los cambios que les proponían, pero siguieron pidiendo que nadie los asumiera.

Alicia puede arreglarse contratando a una asistenta para que le cuide por dos horas a los niños las tardes de los lunes a los jueves (200 € al mes). Se integró en el otro departamento bajo la furia de su anterior jefe (ya está despedido), que proclamaba a los cuatro vientos cómo le estaban desmantelando la función más importante del negocio.

Alicia lleva quince días con su nuevo jefe. Malvive con el horario y apura gastos por los menores ingresos, pero, al menos, le ha bajado el estrés. Y cuenta, con una leve sonrisa, que su nuevo jefe, un chico joven de la empresa compradora le ha dicho tres veces lo que nunca escuchó en veinte años: “Pero qué bien haces las cosas, Alicia”.