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Elimina de tu vocabulario las formas ambiguas – Píldoras de Productividad Personal (PPPs)

16 noviembre 2010 2 comentarios

¿Habías escuchado alguna vez que lo que decimos conforma nuestro pensamiento, y que éste diseña nuestras acciones, que son las causantes de los resultados que conseguimos? ¿Que el lenguaje no es inocente?

Pues aplícate el cuento y date una toba mental o real cada vez que te escuches diciendo, o diciéndote, frases como “lo que hay que hacer…”, “se necesita conseguir más…” o “no se conoce la tasa de penetración del producto XZ…”.

Recuerda que los verbos de acción necesitan un sujeto que la ejecute. Las acciones no se realizan solas. ¿Quién es el responsable de la acción?

Esa utilización del lenguaje es sintomática de personas que no asumen suficiente responsabilidad.

Por el contrario, los individuos que asumen responsabilidad emplean un lenguaje directo, poderoso, sencillo y en presente de indicativo, y se expresan con: “lo que voy a hacer…”, “necesito conseguir más…” o “no conozco aún la tasa de penetración de…”.

Acción
Cuando hables, concéntrate en esa acción para incrementar tu nivel de consciencia y, así, podrás escucharte y observar el lenguaje que empleas. Evita el neutro y si se te “escapa” rectifica en el acto.

Incorpora este hábito positivo a tu arsenal y a no tardar podrás comprobar cómo el simple hecho de “sentirte” más responsable provoca un incremento real de tu responsabilidad. Y las personas más responsables son más productivas.

Elimina de tu vocabulario el verbo INTENTAR – Píldoras de Productividad Personal (PPP’s)


Lo que decimos – y cómo lo decimos – impacta significativamente en nuestra forma de pensar y en las acciones que realizamos. El lenguaje no es inocente.

Se puede definir una empresa como una red de conversaciones que tienen el objetivo de alcanzar acuerdos y compromisos. Finalmente, la empresa es una red de compromisos. De forma simplificada: la cuenta de explotación es el documento que resume, anualmente, esos compromisos. Unos se comprometen a generar unos ingresos y otros a incurrir en unos gastos para, al final, obtener determinados beneficios. Esas promesas de beneficios conforman el valor de la empresa. Cuanto mayores son los compromisos, mayor es la cuenta de explotación. Gracias a esos compromisos las empresas contratan o despiden, realizan inversiones o desinversiones, etc.

En las empresas bien dirigidas los empleados cumplen sus compromisos y los resultados no se suelen desviar del 100% más que en décimas o alguna unidad.

La palabra clave es compromiso, que significa “haré lo que sea necesario para alcanzar el resultado pactado”. En esa definición la palabra clave es “necesario”, que significa “lo posible y lo imposible”.

La perspectiva del Actor
Cuando alguien, por ejemplo tu jefe, te pide que esta semana hagas algo, por ejemplo cerrar dos ventas o terminar el informe de estrategia o solucionar el funcionamiento de tal aplicación informática, y tu le contestas que sí, que lo “intentarás”, lo que le estás diciendo es “no te preocupes, haré todo lo que me sea posible para conseguirlo, todo lo que esté en mi mano…”.

Evidentemente, eso no es un compromiso. Y la diferencia está muy clara.
El que se compromete hará “lo posible y lo imposible”, mientras que el que intenta hará sólo lo posible.

El que se compromete, se compromete con el resultado – cerrar dos ventas, entregar el informe o la aplicación informática funcionando.

El que intenta se compromete, sólo, con la acción – no con el resultado, que es la consecuencia de las acciones. Su compromiso es INTENTAR.
El que se compromete no necesita entregar explicaciones ni excusas porque entrega resultados.
El que intenta y no consigue el resultado, entrega sólo explicaciones y excusas, que describen todo lo que ha hecho. Generalmente, se queda tranquilo porque ha hecho todo lo que era posible para él y, además, ha cumplido la promesa a su jefe porque lo ha “intentado”.

“Lo intentaré” expresa con claridad tu desconfianza en el logro. Es una puerta de escape para la eventualidad de que no lo logres. “Lo importante es intentarlo” otra frase típica de los perdedores, que intenta mitigar el fracaso.

La perspectiva del jefe
El jefe se siente confiado cuando su colaborador se compromete y podría echarse a temblar cuando escucha un “no te preocupes, lo intentaré”.

Lo imposible
Esta es la clave. Lo imposible es lo que no es posible ahora para ti. La experiencia te demuestra que lo que en un momento no era posible, más adelante llegó a ser posible. Cuando se te agotan todas tus “posibilidades” puedes hacer dos cosas. Una es la que hacen los que “intentan”, nada. Ya has terminado. No se te ocurre nada más.

Otra es la que hacen los que se comprometieron con el resultado. Lo imposible es pedir ayuda. Si no sabes cómo-para ti es imposible – ¿quién lo sabe?, ¿quién podría ayudar?, ¿qué recursos necesitas – y no tienes ahora a mano – y cómo puedes acceder a ellos?

Esa diferencia en actitud – continuar o detenerse en la búsqueda de soluciones – está determinada por el lenguaje. Porque no es lo mismo comprometerte con hacer algo o con los resultados de esas acciones. No es lo mismo intentar que conseguir.

Supongo que más de un empleado temblaría si el responsable de pagar las nóminas le dijera “no te preocupes, este mes intentaré pagar las nóminas”.

Acción
Toma la determinación de eliminar de tu vocabulario el verbo “intentar” y sustitúyelo por otro que exprese tu compromiso con el resultado, como por ejemplo, “me comprometo”.

Cuando lo hagas observa qué sensaciones y emociones te produce. Reflexiona y gestiona esas emociones. Compártelas, si eso te puede ayudar. Observa los cambios en tus actitudes.

Igualmente observa las sensaciones y emociones que experimentas cuando, después de haber decidido eliminar el verbo “intentar” y usar en su lugar “comprometer”, sólo lo “intentas”. Pregúntate que significan.

Te invito a compartir tus logros y obstáculos compartiendo aquí tus comentarios.

Elimina de tu vocabulario las afirmaciones negativas – Píldoras de Productividad Personal (PPPs)


Lo que decimos influye en nuestro pensamiento y, finalmente, en nuestras acciones. Y recuerda que nuestras acciones determinan nuestros resultados. Sí, el lenguaje no es inocente.

Observa tu lenguaje y date una colleja mental, o real, cada vez te descubras diciendo, o diciéndote, frases negativas y autodestructivas, como “no soy capaz de ir al gimnasio ni un día a la semana”, “ya es muy tarde para empezar las clases de inglés” o “desearía no tener que hablar en público”.

Esas expresiones o diálogos internos son auto-limitadoras y con la repetición se convierten en profecías de seguro cumplimiento.

En algún momento decidiste ir dos veces a la semana al gimnasio y no lo has conseguido. Te reprochas ese fracaso repetidamente. Te falta voluntad, organización… Te sientes mal por ello. A tu ego no le gusta esta situación en la que sale malparado y, además, tampoco mantener asuntos “abiertos”, necesita cerrarlos…resolverlos. Así que te planteas dos opciones.

Resolver definitivamente ir esta tarde o aceptar tu fracaso. Como, al parecer, tu autoconfianza está en un nivel muy bajo elijes “cerrar” con un “no soy capaz…”. Esta opción también es tranquilizadora – no soy capaz, esa es la explicación. ¿Cómo voy a ir si no soy capaz?

Acción
Como todavía no estás preparado para el gran cambio, que sería decidir ir esta tarde, elije hacer un cambio pequeño en tu lenguaje para hacerlo positivo, como “soy capaz de ir dos veces por semana al gimnasio, pero elijo no ir esta semana”.

El resultado es el mismo, no vas. Pero, ahora, te escuchas decir una afirmación positiva muy poderosa que incluye: “soy capaz” y “elijo”. Tu ego no se sentirá atacado y maltrecho. Y tus opciones están abiertas, podrás elegir ir otra semana.

¿Es ésta una forma de auto-engaño? No lo creo. Tu eres capaz de ir al gimnasio, posiblemente lo hayas hecho alguna vez antes. Lo que sucede es muy simple, estás dando prioridad, tal vez inconscientemente, a otras acciones. Eres tú el que ha elegido. Sigues teniendo el poder de decidir. Podrías decir NO a esas acciones pero has elegido no hacerlo. No es una cuestión de capacidad sino de elección.

Un pequeño cambio en tu lenguaje, como ése, te servirá para robustecer tu poder personal y, a partir de él, te resultará más sencillo tomar la decisión que se te resistía.

Conseguirás realizar tus objetivos y, de esa forma, incrementar tu productividad.