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Que viene el lobo…, o como se le ven las orejas a ZetaParo!



Retrasar la edad legal de jubilación, ¿es necesario? Sin duda. Desde hace meses organizaciones internacionales y nacionales como el Banco Mundial, la OCDE, la Comisión Europea, el propio Banco de España o el Círculo de Empresarios aconsejan profundas y urgentes modificaciones en nuestro actual sistema de pensiones.

Alargar progresivamente la edad de jubilación no es una propuesta desconocida; de hecho, el pacto de Toledo ya la contempla y casi todos los países avanzados de Europa están desarrollando medidas en ese sentido para superar los 65 años como edad de jubilación. Por tanto, el anuncio de ZP, más que una propuesta transgresora y vanguardista, viene a ser un capítulo a sumar en su particular Epopeya para salvar a España de un enemigo aún por definir.

Ante esto, la pregunta que todos nos hacemos ahora es qué le pasa o qué no le pasa para ir dando tanto palo de ciego, a ciegas, o a todos, como si fuéramos ciegos…

Para todos aquellos que todavía no se han dado cuenta o no quieren darse cuenta, les digo que vivimos un cambio profundo no sólo en el sistema productivo, si no también en la socialización de ese cambio. Por ello es urgente plantear nuevas bases reguladoras, en este caso, para adecuarnos a esta nueva realidad y para racionalizar el sistema de pensiones, porque si bien hoy formamos parte de una pirámide de población activa que cuenta con una base sólida de cotizantes, suficiente como para dar respuesta a los actuales pensionistas, en 30 años más, amén del envejecimiento de la población y de la lentitud con la que los jóvenes comienzan a trabajar, sufriremos niveles de dependencia masiva y una grave carencia de capital humano que sustente el sistema.

Por lo tanto, el anuncio de Zapatero tiene sentido en el estricto contexto de la búsqueda de un proceso que garantice la viabilidad del sistema de pensiones en los próximos 40 años; de contrario, se haría insostenible el ritmo de crecimiento del gasto público, produciéndose no sólo la quiebra del estado del bienestar, si no la del Estado. Sin embargo, plantear de forma unilateral su reforma en un contexto sociolaboral que ni siquiera ha sido capaz de afrontar y poner en marcha una Reforma Laboral para superar la crisis, todavía no sabemos si a través del pacto o a golpe de decreto, bloquea cualquier transformación estructural a largo plazo.

La sin razón de la precipitada necesidad de afrontar esta reforma, originada sin duda por los varapalos a nivel internacional, cosechados en estas últimas semanas y desde que se estrenara en su cargo de Presidente europeo, abriendo el debate sobre la necesidad de recortar el gasto en pensiones sin siquiera revisar o dar cuentas de la efectividad y aplicación de las medidas hasta la fecha aplicadas, como las estipuladas en el Acuerdo de Pensiones alcanzado en 2006 ( que estipulaba integrar los regímenes especiales en el Régimen General de la SS, acordar el procedimiento de acceso a coeficientes de reducción de edad de jubilación para trabajos especiales, entre otros temas y cumplir con el objetivo de alcanzar los 65 años como edad de jubilación, entre otros), no nos deja más razones que la de desconfiar de este arranque de gallardía de Zapatero y cuestionar la utilización política que está haciendo y hará de este tema de cara a afrontar cualquier otra reforma del sistema laboral.

De momento, la decisión de anunciar una reforma de esta envergadura sólo ha conseguido extremar las posturas entre los Agentes Sociales, golpear la escasa moral de los trabajadores que se encuentran en desempleo e incrementar la incertidumbre de una sociedad que al parecer se queda sin voz.

La viabilidad y puesta en marcha de esta medida, que ahora se vende como propuesta para el consenso, es incierta, ya que los sindicatos han anunciado que harán todo lo posible para que no prospere en el Parlamento y, desde el propio interior del PSOE se sienten voces de recelo que no ven con buenos ojos la puesta en marcha de una medida tan impopular de cara a las próximas elecciones autonómicas, antesala implacable de la elecciones Generales.

Ante esta respuesta social y política, tras la embestida reformista de ZP, más bien propia de la ‘McDonalización’ del PSOE en estos últimos cinco años, ya han aparecido desde la Administración voces que intentan matizar y ampliar el objetivo de esta iniciativa. De hecho, la vicepresidenta segunda del Gobierno y ministra de Economía y Hacienda, Elena Salgado, ante una posible huelga de sindicatos, se apuraba en señalar que tal reforma continua “abierta” y que “puede ser matizada” en la comisión no permanente del Pacto de Toledo. A buenas horas Sra. Ministra. ¿Y qué me dicen de los documentos que se han filtrado en la Comisión Europea…?

Sin embargo, y pese al anuncio de los matices, el Gobierno ya abrió la caja de Pandora de las pensiones sin tener necesidad de hacerlo, porque ya en el año 1995 se establecieron las líneas de actuación y de reforma para este sistema, acordando además excluir de la coyuntura política su debate, siendo el Parlamento y después el Diálogo Social los canales de consenso en esta materia.

Es difícil establecer un patrón lógico de acción en la actitud que hoy demuestra el Gobierno, en primer lugar porque para mejorar las cuentas de la Seguridad Social a corto y mediano plazo aún queda mucho por reformar y por hacer más allá de cargar en los trabajadores, nacionales y extranjeros, esta misión. En este sentido aún se echan en falta medidas claras para afrontar la economía sumergida, el fraude fiscal y las contrataciones fraudulentas, incluidas las que licita la propia administración y para reducir las prejubilaciones voluntarias, éticamente cuestionables (incluyendo las de los políticos, banqueros, directivos de grandes empresas, funcionarios y militares). Y en segundo lugar, porque para conseguir alargar la edad de jubilación de forma viable y coherente se debe corregir la falta de equidad del sistema a través iniciativas que ya fueron presentadas a través del Pacto de Toledo y que aún no se han materializado principalmente por falta de voluntad política.

Así, antes de pensar en extender la edad de jubilación, debemos conseguir que la base reguladora para el cálculo de la pensión considere y se extienda a todo el periodo contributivo, hacer desaparecer el número mínimo de años de cotización para tener derecho a la pensión, augurando así un mejor futuro a quienes quedan en paro al final de su vida activa y jubilando a las personas cuando cumplan los 65 años y no antes, abriendo para quienes así lo deseen la posibilidad de alargar voluntariamente su edad de jubilación. Asimismo, se deben establecer nuevos incentivos para alargar la vida laboral con el fin de que las empresas dejen de preferir las constantes renovaciones de plantilla a través de los malditos ERE de extinción por su bajo coste, incrementando el porcentaje que se suma a la cotización de quienes deciden prolongar su vida laboral, o considerando el hecho tener hijos como años de cotización, como ocurre en Francia.

Ignorar las múltiples grietas que existen dentro del esquema que configuran y garantizan la estabilidad de nuestro sistema de pensiones pone en riesgo, además de la estabilidad económica y laboral del país, la estructura ética y social de una población que en poco tiempo vivirá, inevitablemente, conflictos entre generaciones, ya que, por un lado, demandarán un mayor poder adquisitivo llegada su edad de jubilación, y por otro, se sentirán masacrados por la excesiva fiscalidad que les dejará lo justo para vivir.

Un tiempo en el que se pondrá en entredicho la solidaridad que hasta ahora sustenta el sistema público de pensiones, y que exige que hoy encontremos el modo de consensuar medidas que, a mediano plazo, garanticen la empleabilidad de los profesionales mayores de 50 años y eviten las salidas prematuras de la actividad laboral. De lo contario las diferencias a futuro se reproducirán en la convivencia social, con ciudadanos de primera y segunda o lo que es igual más ricos unos pocos y más pobres gran parte de nosotros.

Si, sí, dije bien lo de la McDonalización de nuestros políticos, por ello no quiero hablar de posmodernidad ni de globalización. Eso se lo dejo a los banqueros, que ayudados de tanto McDonalizado se siguen riendo de todos nosotros y en primer medida de los Estados.

Por último, seguramente, el debate generacional resulta aburrido y generalista, pero no por ello menos importante ya que de esto depende nuestra calidad de vida en los próximos años y de cómo se estructure el país. La prolongación de la edad de jubilación a golpe de Ley no llegará a ninguna parte, o bien, de ocurrir el caso, sin las garantías necesarias para la distribución equitativa y justa del gasto público, desencadenará una serie de reacciones adversas más allá de la continuidad del Diálogo Social y efectos que aunque hoy no nos afecten directamente, sí dejarán para nuestros hijos un amargo sabor de boca.

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